Otro capítulo

Fantasmática del cuerpo. Cartas 1964-1974, de Lygia Clark y Hélio Oiticica (Caja Negra, Buenos Aires, abril de 2023, traducción de Patricio Orellana, compilación de Luciano Figueiredo, prólogo de Gonzalo Aguilar) no es solo un extraordinario documento de un momento especifico y crucial de la vida de ambos artistas, sino también un mapa acabado de las relaciones y tensiones entre la creación artística en la periferia (en este caso, Brasil) y los centros consagratorios, en especial Nueva York, pero también una Europa que, luego del apogeo del 68, se preparara para ingresar en su lenta, pero permanente decadencia. No es casual que Aguilar en el prólogo cite De cómo Nueva York robó la idea del arte moderno, el documentado libro de Serge Gilbaut, en el que se describen minuciosamente las operaciones estéticas, institucionales, y sobre todo económicas que llevaron a Nueva York, a partir de la Segunda Posguerra, a ocupar el centro del mercado del arte en detrimento de París. Mientras tanto, Clark sí vive en París, y Oiticica salta de Río de Janeiro a Londres y luego, por supuesto, a Nueva York, meca descripta por Clark como “el único lugar en el mundo donde ocurren cosas vivas”.

La correspondencia, en especial hasta el 70 o el 71, es también un muestrario de proyectos, búsquedas de contactos laborales, mecenas, galeristas, asociaciones estéticas, becas y negocios de todo tipo (luego, a partir del 71, se vuelve más intimista, pero también mucho más trash: los 70, como sabemos, fueron una década mucho más dura que los 60). Pero no debe leerse la frase anterior (becas, negocios, etc…) como producto de ninguna valoración moral sino al contrario, como la expresión del interés por, como lectores, poder acceder a la trastienda de las estrategias de construcción del valor en el arte, tema que todavía continúa vigente como pregunta hasta hoy mismo (sobre el asunto, ver: ¿Cuánto vale el arte? Mercado, especulación y cultura de la celebridad, de Isabelle Graw). Además, el intercambio (casi siempre de una amistad estrecha, pero no exenta también y por suerte de ciertas rispideces, malentendidos, y hasta celos, como en las cartas del 7 y 20 de junio de 1969) es también una muestra gratis del modo en que se construye ya no una escena artística sino algo más amplio, un frente estético: el tropicalismo. Las alianzas, seducciones y decepciones cercanas con Caetano Veloso, Gilberto Gil y Gal Costa, los intercambios más lejanos con Glauber Rocha, las influencias recíprocas con Ferreira Gullar, las cartas dan testimonio de una especie de tela de araña, porosa y sólida a la vez, marcada por un mismo horizonte de preocupaciones estéticas que, desde ya, incluye también a la política, en especial, al momento en que la dictadura brasileña lanza una violenta represión cultural (al contrario, como curiosidad ausente, no hay en Clark mención alguna al Mayo del 68, siendo que residía en París en ese entonces).

Para muchos de los que padecemos haber nacido en la medianía del Río de la Plata, la vitalidad de la escena cultural brasileña –la que va de la Semana del arte moderno de San Pablo en el 22, hasta el tropicalismo y un poco más allá– no deja de provocarnos fascinación (pero fascinación no debe entenderse nunca como mitificación). Fantasmática… es otro capítulo en esa biblioteca interminable.

También te puede interesar

Fuente: Perfil

Redacción