Las autodefensas judías contra los antisemitas argentinos
Definitivamente adoptado por el escenario “peronólogo” local gracias a sus refrescantes trabajos sobre los militantes judíos del Partido Justicialista (y de sus compañeros de origen árabe), el profesor israelí Raanan Rein, de la Universidad de Tel Aviv, se sumergió en un terreno quizás más complejo y difícil de atrapar, el de las organizaciones judías de autodefensa que surgieron en el país en los años 60 y 70 para enfrentar y repeler los ataques de las violentas bandas nacionalistas y antisemitas. Lanzado en Argentina por la editorial Sudamericana, aquí les compartimos unos párrafos del nuevo libro de Rein.
En Cachiporras vs. Tacuara: Grupos de autodefensa judíos en América del Sur, 1960-1975, Rein recogió testimonios de aquellos jóvenes de entonces que practicaban krav magá en sus centros sociales y tenían pistolas en casa para disgusto de sus padres. Algunos de esos defensores, en particular los de los movimientos del sionismo socialista, terminaron pasándose a las organizaciones guerrilleras. Y los que se enlistaron en Montoneros a menudo fueron compañeros del ex-Tacuara con los que, poco tiempo antes, se habían molido a palos en peleas callejeras de judíos contra fundamentalistas católicos.
La obra se enfoca en estos grupos que tuvieron que aprender a usar cachiporras para esquivar los golpes y palazos de los pandilleros de inspiración fascista y falangista. Se analiza la forma en que estos jóvenes judíos fueron reclutados para los grupos de defensa, el entrenamiento que recibieron, los tipos de actividades en las que participaron, sus relaciones con las instituciones de la comunidad y el papel del Estado de Israel en esas organizaciones.
En cambio, el autor se excusó por no haber buceado, al menos esta vez, en las actividades locales de organizaciones vinculadas al espionaje israelí. Se trató, explicó el investigador, de concentrarse en la escena estrictamente local de dos países de América del Sur, Argentina y Uruguay, y “en un período de tiempo específico, en la turbulenta década de 1960”.
Rein señaló que se “abstuvo” de profundizar en la actividad de ese tipo de organizaciones durante los últimos cincuenta años, “tanto por razones prácticas, para no tropezar con problemas de censura, como también porque las principales pautas de actividad y los objetivos de la misma han cambiado mucho desde los años setenta”. Pero, sobre todo, afirmó, porque la investigación “no busca un lugar en el estante de los libros de espionaje y de la historia del Mossad, sino en el de los judíos latinoamericanos y en el de los que tratan sobre etnicidad, las diásporas y sus relaciones con la patria de origen”.
*Excorresponsal en Washington y en Israel. Escribe sobre temas de Estados Unidos y Medio Oriente y tendencias.
A continuación, algunos fragmentos de Cachiporras vs. Tacuara: Grupos de autodefensa judíos en América del Sur, 1960-1975.
De la autodefensa a la guerrilla
Raanan Rein*
“El éxito de la Revolución cubana al derrocar el gobierno tiránico y corrupto de Fulgencio Batista y establecer un orden político y social alternativo despertó el entusiasmo de muchos jóvenes en América Latina. Diversos movimientos guerrilleros surgieron en todo el continente en las décadas de 1960 y 1970 y trataron de impulsar una visión de cambio social profundo. Interpretaciones marxistas variopintas, ideas trotskistas, consignas maoístas y la figura revolucionaria del Che Guevara se utilizaron indistintamente como fuente de inspiración para actividades de guerrilla urbana o rural, de las encabezadas por un pequeño foco revolucionario vanguardista, o para aquellos que buscaban movilizar a las masas a sus filas. La guerra de Vietnam y las luchas anticoloniales en África también fomentaron esa voluntad de lucha y no se salteó a argentinos o uruguayos-judíos. Los diversos movimientos guerrilleros del sur del continente han mostrado a menudo especial interés en reclutar a antiguos activistas de los grupos de autodefensa judíos. Mientras que muchos de los miembros de los movimientos guerrilleros eran estudiantes urbanos de clase media que carecían de entrenamiento físico y no tenían ningún conocimiento sobre el manejo de armas, los que pasaron por las filas de la autodefensa judía tenían más experiencia que muchos otros jóvenes de su edad que no habían sido entrenados previamente en tácticas de este tipo, no habían aprendido a mantener la confidencialidad, cómo hacer una tapadera, cómo utilizar un arma o cómo fabricar un artefacto explosivo. Por eso no es de extrañar que los graduados del Irgún [en hebreo: organización] fueran más solicitados.
‘Varios de los miembros de los grupos de autodefensa pasaron después a las organizaciones armadas’, me dijo uno de los entrevistados, que vive en Argentina; y en los movimientos guerrilleros, los jóvenes judíos se encontraron a veces con gente de Tacuara, contra quienes habían luchado solo unos años antes. David Armando Laniado y Raúl (Rafi) Milberg, por ejemplo, fueron miembros de Hashomer Hatzair y de Hejalutz Lamerjav, que murieron como miembros de la Liga Comunista Revolucionaria y de Montoneros. Cuando cursaba sus estudios secundarios, Laniado estuvo involucrado en una pelea con gente de Tacuara y fue hospitalizado tras una reyerta. La forma en que golpeó a los matones antisemitas le valió el apodo de ‘Monstruito’. El Dr. Abel Bohoslavsky es conocido, entre otras cosas, por sus actividades en el Ejército Revolucionario del Pueblo, pero el inicio de su actividad militar fue en la autodefensa judía. ‘En las vacaciones de verano salíamos a los campamentos y durante algunos años (1962-1964) participamos en actividades de autodefensa. De vez en cuando, custodiábamos una escuela o una institución judía’. Según Pedro Goldfarb, el dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores y fundador del ERP, Mario Roberto Santucho, recibía con beneplácito a los exmiembros de la autodefensa judía, especialmente a los de Hashomer Hatzair que ya habían leído a Marx y a Borochov y sabían usar pistolas. En el testimonio de Sh., un viejo amigo suyo que había sido miembro del ERP, le dijo cuando fue a visitarlo en Córdoba: ‘Yo no aprendí a usar un arma en el Ejército Revolucionario’, refiriéndose al hecho de que se había entrenado previamente en el uso de armas en la organización de autodefensa judía. Cuando una muchacha llamada Silvia abandonó el Irgún para unirse al ERP, varios fueron tras ella.
O., nacido en 1948 y miembro de una familia comunista, sufrió acoso en el instituto por ser judío y comunista en un entorno católico. Las agresiones se intensificaron tras el secuestro y juicio del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann. Se unió con un grupo de amigos a la Jativá Anielewicz y activó en el Irgún entre 1967 y 1969. Al cabo de un tiempo dejó la Jativá y se unió a la organización marxista-leninista FAL (Fuerzas Armadas de Liberación). Cuenta que el proceso de entrada a la guerrilla fue más complejo y compartimentalizado que el de su ingreso a la autodefensa judía, y que durante un largo período fue objeto de seguimientos de miembros de la FAL hasta que le permitieron participar en las actividades. Una vez aprobada su incorporación, le preguntaron por la ubicación de los depósitos de armas del Irgún. Fue una especie de prueba de lealtad que le hicieron. Él personalmente no tenía información al respecto, pero como parte del interrogatorio, mencionó a Mauricio (Tata) Furmanski como comandante de la organización de autodefensa judía. Según la versión de O., negada por Tata, una cuadrilla de la FAL irrumpió en casa de los Furmanski e interrogaron al matrimonio sobre escondites con armas bajo amenazas. Todas las piezas de colección de porcelana de la familia fueron rotas en el infructuoso intento de que diera datos.
Según otra versión, fue uno de los exmiembros del Irgún, que pasó a la guerrilla y fue apresado por personal militar quien ‘se quebró’ en un interrogatorio bajo tortura y dijo a sus captores que recibió su primer entrenamiento en el uso de armas en Macabilandia, provincia de Córdoba, con Tata Furmanski como instructor. Esta información llegó a oídos de Furmanski, quien se dio cuenta que sería mejor salir lo antes posible de Argentina. A finales de agosto de 1977 llegó a Israel con su familia.
Su hijo Gustavo (Gusti) recuerda bien la precipitada partida: ‘Papá no estuvo en casa durante unos días, luego anunció que iba a volver y que nos reuniríamos todos para cenar en casa de la tía. Allí nos dijo: Mañana nos vamos a Uruguay y luego a Israel durante unas semanas’. El niño estaba encantado con la esperada aventura. ‘Sabíamos que no debíamos preguntar por qué viajamos de repente de un día para otro y por qué no se nos permite contar sobre el viaje a nadie… Me sentí como James Bond en su mejor momento. Estuvimos tres semanas en un hotel de Montevideo y papá no nos dejó salir. Tampoco escribimos cartas… Recién después de haber llegado a Israel nos permitió escribir. Más tarde nos enteramos de que le habían advertido que era peligroso para él y la familia quedarse en Argentina’.
Nurit (Nora) Furmanski, seis años mayor que Gusti, ya estaba viviendo en Israel cuando sus padres y sus dos hermanos menores se vieron obligados a abandonar urgentemente la Argentina. Me contó que el primero en llegar a Israel fue su hermano Natán, que se vio obligado a huir de Argentina en agosto de 1976 después de que uno de sus compañeros, que militaba en el Ejército Revolucionario del Pueblo, fuera capturado por las fuerzas armadas y durante su interrogatorio mencionó activamente su nombre. Un año más tarde le tocó al resto de la familia huir para salvar la vida. ‘Una semana después de su partida, los agentes de policía irrumpieron en su casa y revolvieron todo’.
‘Tata capacitó a todo el continente’, me explica David Korenfeld, vicepresidente de la Unión Mundial Macabi. Iba de un lado a otro y formó una generación completa para continuar la tarea en toda América Latina. Tenía una personalidad especial y carismática y consideraba la actividad de defensa personal como la empresa de su vida. Su familia sufrió bastante por las prolongadas ausencias, la tensión y la sensación de incertidumbre. Y también por el repentino desarraigo al salir de Argentina a Israel’.
Ante el paso de algunos exmiembros del Irgún a movimientos guerrilleros, Nahum Solan fue enviado por la Agencia Judía y el partido Mapam a la Argentina, a petición de Yoshke Meir. ‘Salí hacia Buenos Aires para encontrarme con estos jóvenes y dictarles unos seminarios para que no entren en actividades panargentinas, vale decir en la lucha por la justicia social… En Tucumán tuve encuentros con chicos que estaban en la guerrilla. La embajada me proporcionó un certificado falso de que formaba parte del Movimiento por la Paz dirigido por la Unión Soviética y tuve guardaespaldas’.
El temor a que los jóvenes judíos estaban siendo entrenados por agentes sionistas se convirtió en una verdadera obsesión para los oficiales del ejército argentino durante la brutal dictadura que gobernó de 1976 a 1983. Tenemos varios testimonios sobre interrogatorios en las que a los detenidos se les preguntó repetidamente sobre sus supuestos vínculos con el ‘sionismo internacional’. Curiosamente, militares y policías argentinos utilizaron los mismos términos hebreos al interrogar a argentinos-judíos sospechosos de actividad subversiva durante la dictadura, lo que indica que la actividad de autodefensa judía desde principios de los años sesenta no ha estado completamente oculta a sus ojos. Cuenta Nora Strejilevich, sobre sus interrogatorios después de ser secuestrada y mientras estuvo desaparecida, uno de ellos no dejaba de usar palabras hebreas, como javerim o madrij, las únicas palabras que yo entendía su significado… Lo que me parecía aún más extraño era que algunos de ellos querían obtener información sobre el Irgún.
Un informe de Edy Kaufman para el Ministerio de Relaciones Exteriores israelí sobre la dimensión antisemita de la represión de la dictadura argentina afirma que un número importante de prisioneros judíos fueron interrogados sobre el Plan Andinia, según el cual la judería mundial supuestamente planeaba establecer un segundo Estado hebreo en la región patagónica. Específicamente se les preguntó por sus viajes frecuentes a Israel y si habían recibido entrenamiento militar en kibutzim, es decir que las fuerzas de seguridad argentinas tenían alguna información sobre la breve capacitación que recibían los jóvenes argentinos enviados al Instituto de Instructores del Extranjero en Israel. A los mismos detenidos también se les preguntó sobre la estructura de la Agencia Judía en Buenos Aires, brazo a través del cual se direccionó el grueso de la financiación de las actividades de autodefensa.
En cualquier caso, la toma del poder por parte de los uniformados puso fin a la mayoría de las actividades de autodefensa en pocos meses. El Dr. Dany Filc se unió al movimiento Baderej a mediados de 1975. ‘El detonante de mi adhesión fue la resolución de la ONU que equiparaba el sionismo con el racismo. Todos los movimientos juveniles estaban vinculados a la organización de autodefensa. Un muchacho llamado Mauro actuaba como escuadrón de enlace y me reclutó para la organización de defensa. Hacíamos los entrenamientos los sábados por la mañana y los domingos, cuando la sede del movimiento estaba vacía. Entrenamiento físico y krav magá. Formábamos parte de la envolvente de seguridad de las instituciones judías. Yo tenía un papel en la defensa del Hospital Israelita. La organización estaba compartimentada. Solo conocía a Mauro y a seis o siete compañeros que se entrenaban conmigo en la sede del movimiento. No teníamos entrenamiento con armas, pero me pidieron que tuviera una pistola en mi casa. Cuando mis padres se enteraron, casi se desmayan. Eran los tiempos de la dictadura y la posesión de armas se consideraba un verdadero riesgo”.
*Historiador israelí. Fragmento de su libro Cachiporras vs. Tacuara: Grupos de autodefensa judíos en América del Sur, 1960-1975.
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Fuente: Perfil