Martín Caparrós: “En Argentina ningún grupo ni ningún líder despiertan confianza”

El periodista, Martín Caparrós, aseveró que “no veo que haya propuestas capaces de dar por terminado este ciclo y empezar otro”. Además, su artículo en el diario El País y la falta de propuestas que puedan cambiar la Argentina, en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (FM 101.9).

Contanos un poco la tesis de tu artículo en el diario El País, “Los Kirchner: veinte años no es nada”.

No es tanto una tesis, sino un intento de descripción o pretexto de hacerla para un público menos enterado, como es el del diario El País, tratando de hacer un recorrido muy somero por estos 20 años, más allá de contar cómo empezó aquello que llamamos kirchnerismo, por una especie de suma de casualidades.

Porque, en definitiva, Eduardo Duhalde, que se había hecho cargo del desastre que era Argentina en 2002, buscó un candidato (Néstor Kirchner no fue para nada su primera opción), y cuando ninguno quería tomar este clavo ardiendo, terminó cayendo en la figura de este desconocido gobernador de Santa Cruz, con una historia de lealtad muy firme hacia Carlos Menem, con quien Duhalde estaba peleado y la sociedad argentina también.

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Así fue como empezó hace 20 años el así kirchnerismo, con unas elecciones que, como sabemos, Kirchner perdió con Menem pero al no haber balotaje, porque Menem sabía que lo perdía, ya que todo el mundo estaba en su contra, Kirchner accedió sin nuevas elecciones y con ese 22%.

Una de las pequeñas situaciones que se dieron en ese momento y me llamó la atención fue cómo algunos de los momentos o de las medidas más significativas que tomó el kirchnerismo en estos 20 años fueron medidas que había rechazado previamente.

Tres ejemplos muy claros son el matrimonio igualitario, que rechazó durante varios años hasta que finalmente lo enarboló, de la misma manera que el aborto, que durante 15 años se negaron a tratar en el Congreso y finalmente lo tomaron como una bandera propia después de haberla combatido todo lo que pudieron.

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Y una que fue definitiva para el estilo y el sistema que se creó en la Argentina contemporánea, que es que en el 2009 decidieron dejar de lado esa idea que habían expresado mucho de que no había que hacer asistencialismo, dar dádivas, sino crear trabajo e inventaron en ese momento la Asignación Universal por Hijo, que fue el primer gran subsidio que creó este sistema de subsidios, donde aproximadamente la mitad de los argentinos recibe alguna dádiva del Estado.

Es un tema asistencial que no cierra, no funciona y crea un sector social importante que, en lugar de poder ganarse la vida con su trabajo y esfuerzo, no tiene más remedio que esperar limosnas del Estado.

Hacía ese recorrido y bastante más, que además nos muestra una radiografía de la sociedad argentina, que no es en absoluto mejor que aquella que había hace 20 años cuando empezó el kirchnerismo, sobre si este aniversario marcaría de algún modo el final de esa etapa.

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Quiero aprovechar tu último libro sobre Faustino Domingo Sarmiento para ver si te parece que se puede encontrar alguna analogía con la Argentina que está por comenzar, estamos frente a un fin de ciclo.

Hay un economista, Nikolai Kondrátiev, que midió los ciclos económicos de Gran Bretaña entre el siglo XVII y el XX, y encontraba cierta regularidad en que los ciclos de crecimiento y decrecimiento largos duraban entre 45 y 60 años. Y hay algunos que piensan que Argentina está llegando al fin de su ciclo de caída y que está por comenzar algo nuevo. 

Ciclo de caída que se coloca a mediados de los ’60, cuando el país todavía tenía el mismo nivel de crecimiento de Canadá y Australia, un elemento fue la Noche de los Bastones Largos, y quiero retrotraerme a que probablemente uno podría decir que la emergencia de Sarmiento y luego toda la generación del ’80 y los momentos de 40 a 60 años de gloria de Argentina de fin del siglo XIX hasta la tercera década del siglo XX coinciden también con un ciclo de entre 45 y 60 años previo a de guerras, divisiones, polarización.

Con la distancia que te permite estar fuera de Argentina, cerca y lejos, ¿ves que hay algo? ¿Te esperanza algo del país como fin de ciclo de decadencia?

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Que haya ciclos, se puedan establecer y demás, no los hace ni automáticos ni autoconvocados, es decir, que no es que hay que aguantar cinco décadas para que vengan otras cinco de “vacas gordas”. Lo que no veo es qué estaríamos haciendo para cambiar la tendencia económica y social de Argentina.

No veo que haya propuestas capaces de dar por terminado este ciclo y empezar otro. Creo que este ciclo de desastres sociales y económicos en Argentina, de algún modo, está consagrado por el hecho de que Argentina volvió a ocupar ese papel económico que le había servido también a principios del siglo XX, que es el de exportador de materias primas casi puro. Lo sabemos todos: la soja, el trigo, con suerte un poco de petróleo o de gas.

Cuando volvimos a hace eso, retornamos a ser un país puramente exportador de materias primas y ahí empezó el desastre, y no parece que por el momento haya ningún planteo en serio de que queramos cambiar el mecanismo, empezar a buscar en serio cómo dejar de ser ese país que depende de la lluvia, las cotizaciones internacionales de grano, tres o cuatro cosas más para seguir viviendo muy por encima de sus posibilidades que es lo que estamos haciendo en este momento.

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Entonces, el problema no son los ciclos, sino las propuestas y los movimientos u organizaciones capaces de llevar adelante esas propuestas, que es algo que no veo.

Citábamos a Georg Wilhelm Friedrich Hegel, con el 18 brumario, citado por Karl Marx, sobre la tragedia y la farsa y la repetición de la historia, que también habla de ciclo como cierta metafísica de la historia.

Y el planteo es si en realidad los presidentes o los líderes son apenas cuerpos que usa la historia para cumplir el papel que el momento demanda y que, entonces, más allá de que haya gobiernos buenos y malos, cuando se crean condiciones de posibilidad para que un país crezca, asociado a cuestiones primarias (minería, energía, Vaca Muerta, la aparición de otros campos), no se crean luego las condiciones para entrar en un círculo virtuoso como la generación del ’80 y como fue aquel país donde Sarmiento, quizá, es una de las figuras más emblemáticas que tenemos para recordar.

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Y ahí hay una paradoja que, a veces, me inquieta, y que es que no vamos a poder cambiar de ciclo, cambiar de sistema económico y social sin sacrificios. Eso complica, es difícil y hay que tener mucha confianza en quienes lo proponen. Puede ser un líder o un grupo, por ejemplo.

En Argentina ningún grupo ni ningún líder despiertan confianza. Pero además, si la despertaran y apareciera alguien en quien mucha gente cree tanto que se dispondría a hacer los sacrificios necesarios para cambiar realmente las cosas que hay que cambiar, también hay un peligro ahí.

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Cuando mucha gente cree en alguien, las situaciones luego, generalmente, se van al diablo, se producen autoritarismos que terminan siendo, en ocasiones, peores que la enfermedad. 

BL JL

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Fuente: Diario Perfil

Redacción