La medicina del futuro volverá a los orígenes: los médicos de familia

El 19 de mayo es el Día del Médico de Familia, un abordaje de la medicina occidental que desde 1972 cuenta con su propia organización mundial, World Organization of Family Doctors (WONCA), que está afiliada a la Organización Mundial de la Salud.

Cuando se creó contaba solo con 18 miembros; hoy suma 120 organizaciones en 99 países y se encuentran bajo su ala unos 250.000 médicos de familia. 

No son muchos, si se piensa en su importancia extrema. Pensemos que en Argentina existen en total unos 181.189 médicos de todas las especialidades en actividad (datos 2020 de la Red Federal de Registros de Profesionales de Salud); tenemos 40,5 médicos cada 10 mil habitantes y  CABA tiene la mayor concentración (16,63 médicos cada mil habitantes; mientras en Misiones hay 1,81 cada mil personas). Sin embargo, en toda la Argentina hay 234.527 enfermeros (52,19 cada 10 mil habitantes).

Según esa misma estadística, los profesionales de la salud dedicados a la medicina clínica son 8221. Las cifras adelgazan y cuando se piensa en el rol vital de un médico de familia –hoy bastante desdibujado en Argentina- entristece. 

Médico de familia

A ellos mismos, los médicos de familia, les gusta definirse como “el especialista en personas”, porque no se especializan en un órgano en particular sino en toda la persona e incluso su transversalidad es absoluta: atienden la salud de una persona en forma integral, considerando su contexto familiar, la familia que lo rodea, su situación laboral. Es más, un médico de familia es pediatra, médico general y gerontólogo a la vez, ya que en teoría atiende a cada persona a lo largo de toda su vida y no sólo a él, sino que toda la familia es su paciente.

Ser médico de familia es una especialidad, en la Universidad de Buenos Aires, por ejemplo, una resolución de 1994 por la resolución (850/94) creó en la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA el Departamento de Medicina Familiar y las asignaturas de las Materias Medicina Familiar I y II, en reemplazo de los Módulos de Atención Primaria, “con el propósito de jerarquizar la atención Médica Primaria enfatizando los contenidos generalistas en el currículum de grado”.

Lo primero siempre serán los pacientes

Un médico de cabecera es un médico de atención primaria o médico general que atiende a personas adultas que tienen problemas médicos comunes.

Desde un catarro hasta vaginitis, desde dolor de oídos hasta depresión o un ojo enrojecido, el médico de familia tiene una respuesta a todo o casi todo, desde la infancia hasta la vejez. Se ocupa de los problemas prevalentes más comunes que le pasan a una persona a lo largo de toda su vida; y atiende no solo a uno sino a todo el grupo familiar. Es un médico que atiende en consultorio, pero también ambulatorio.

La medicina del futuro volverá a los orígenes

Muchos sectores de nuestra sociedad vienen demandando que la atención primaria de la salud esté cada vez más en manos de médicos de familia, como sucede en los países desarrollados, y el sistema es exitoso. En España, por ejemplo, un médico de familia atiende el 90 por ciento de las demandas de los usuarios del Sistema Nacional de Salud.

En nuestro país existe una Federación Argentina de Medicina Familiar y General (FAMFyG), presidida por Karin Kopitowski. El lema de la organización es  una frase del médico canadiense William Osler, uno de los fundadores del Hospital Johns Hopkins: “El buen médico trata la enfermedad; el gran médico trata al paciente que tiene la enfermedad”. Frase que hace foco en el entorno psicosocial de cada persona. 

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En 2008, Margaret Chan, directora general de la OMS por entonces, advertía durante un encuentro sobre la popularidad creciente que las medicinas tradicionales de Oriente (ayurvédica, medicina china, etc)  estaban cobrando en muchos países de Occidente. 

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“La atención médica se ha despersonalizado, algunos dirían incluso que se ha hecho ‘despiadada’. En la mayoría de los países prósperos, el número de médicos de familia y de atención primaria sigue disminuyendo. La tendencia a una atención muy especializada es contraria a una relación empática entre médico y paciente. En demasiados casos el paciente ya no es tratado como persona, sino como una cadena de montaje de partes del organismo que deberán ser manejadas, a menudo con gran lujo de conocimientos técnicos, por los especialistas oportunos”, decía entonces Chan.

“Para muchos millones de personas, con frecuencia habitantes de zonas rurales de los países en desarrollo, las medicinas herbarias, los tratamientos tradicionales y los practicantes tradicionales son la principal fuente, si no la única, de atención sanitaria”, abundaba.
En general, esas prácticas están en manos de personas conocidas y respetadas en su comunidad y se sustentan en prácticas tradicionales transmitidas de generación en generación”, resumía. 

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Y aunque esa atención inmediata pueda mitigar el dolor del momento, no es la ideal. Se sabe que al 60% de los chicos africanos que tienen fiebre se les da remedios caseros, hierbas “medicinales”. Esa fiebre en muchos casos fue síntoma de malaria, una enfermedad que puede matar en 24 horas, si no se trata con medicamentos modernos y específicos. 

Esta es una de las cuestiones que plantea no tener acceso a un sistema de salud integral y universal. Se necesitan más médicos de familia, médicos generalistas, médicos, en suma.

Se necesitan más médicos como el René Favaloro de la primera hora, el que fue por dos meses a Jacinto Aráuz, para reemplazar al único médico del pueblo, y se quedó 12 años en La Pampa. Médicos como él son los auténticos médicos sin fronteras.

MM/fl

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Fuente: Perfil

Redacción