La imaginación política
El Proyecto Ballena involucra cinco entidades diferentes del Ministerio de Cultura: el CCK, la Casa del Bicentenario, el Centro Cultural Borges, la Casa Patria Grande y el Museo del Cabildo. La curaduría del proyecto de Ana Cacopardo busca enfocarse en la democracia y la imaginación política. Lo más tentador es que los oradores, pensadores, ejecutores y performers provendrán de disciplinas dispares.
Hay un paisaje aparente. Si los artistas hablamos de imaginación, solemos ofrecer una pobre descripción de nuestros quehaceres; a su vez, si sociólogos, políticos, activistas o ministros hablan de política producen también una retórica que –verdadera o falsa– suele terminar carcomida por su propia prosa hasta hacerse inaudible, ya que se despliega en un territorio hipotético, el de las ideologías, que –bien lo sabemos– pueden afirmar una cosa y su contrario al mismo tiempo.
Yo espero que estos eventos mixtos vengan a operar algún milagro y a revertir la pasividad del consabido acto escolar, al que mis hijos asisten con eterno aburrimiento, sin entenderse ciudadanos. Si a una ley se le puede responder desde el lado derecho del cerebro (el que no sigue a la razón, sino a la creatividad) puede pasar algo parecido a lo que sucede cuando se pretende politizar el asunto de una ficción: un cortocircuito. Y si hay leña, ese cortocircuito enciende llamas.
El Ministerio publicó dos tomos impresionantes de unos diez kilos de manifiestos entre 1890 a 1976, que combinan lo vetusto con lo profético. A mí me tocó leer el Manifiesto de la Federación Universitaria de Córdoba de 1918, que dio lugar a la reforma laica, pionera en América Latina. El texto no necesitaba ser actuado: su mera lectura en voz alta produce un efecto automáticamente encantador, porque los estudiantes que lo redactaron, enojados y violentados por una corrupción desenfrenada en el ámbito académico y científico y, en oposición a la “secta religiosa” que pretendió soslayar sus derechos, se hacen cargo del sagrado derecho a la insurrección. Es una prosa formidable que está en desuso. No es que la pura vehemencia no se esté dando en la política (oigan a las derechas que vienen repitiendo con odio la misma cantilena a lo largo de esos diez kilos de libro); es más bien que hoy se ve coacheo detrás de cada mano que escribe discursos.
Me pregunté, junto a los colegas que también leyeron –Cristina Banegas, Roberto Jacoby y Lorena Vega– si en realidad habrá alguna imaginación que no sea política. Quiero creer que no; que el acto mismo de imaginar es una reconciliación con esa otra forma de entender la política que trajo al frente Ana Cacopardo: la verdadera modificación de lo real. No la mera administración de lo existente. Quien imagina está atento a los cambios en superficie; está proveyendo algo que falta. Pero también puede estar temiendo un porvenir algo negruzco. O puede estar soñando el sinsentido. La imaginación es un anzuelo lanzado fuera de una comunidad de sentido; en cambio el lenguaje y los discursos (sobre todo, los políticos) son la afirmación redundante de su status quo; son su registro entomológico en tiempo real.
Lorena Vega es Eva Perón, debutando en el balcón el 23 de septiembre de 1947, para anunciar el triunfo de la ley de voto femenino. La prosa es monumental y también algo delirante: de ese desfasaje hay que hablar, en vez de dar las cosas (y las pasiones) por sentado. Eva se siente en una situación única, principesca: ofrece a las mujeres un regalo anhelado y justo. Pero a la vez ata la ofrenda a un paquete de tres moños: “Alcemos, todas juntas, esa fe, e iluminemos con ella el sendero de nuestro destino. Tenemos para conquistarlo y merecerlo, tres bases insobornables, inconmovibles: una ilimitada confianza en Dios y en su infinita justicia; una Patria incomparable a quien amar con pasión y un líder que el destino moldeó para enfrentar victoriosamente los problemas de la época: el general Perón. Con él y con el voto, contribuiremos a la perfección de la democracia argentina. Nada más.”
Los momentos balcón son muy teatrales. En su prosa, la trilogía Dios-Patria-Perón conducirá a la democracia a su perfección. ¿Estamos seguros de que nada más? La imaginación en la política es un acto impuro, híbrido, fantástico. Sin ella no habría ningún movimiento hacia ningún lado. La discusión está servida en el Proyecto Ballena. Pasen y vean.
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Fuente: Perfil