Así fue la película que Chaplin no llegó a filmar
Hace exactamente 55 años, el 17 de mayo de 1978, los restos mortales de Charles Chaplin regresaban a su sepultura del cementerio suizo de Corsier-sur-Vevey, cerca del lago de Ginebra, de donde nunca deberían haber salido.
De haber tenido un rollo de película a mano, el creador de Charlot, el vagabundo humilde más noble y famoso del cine mudo, hubiera hecho otro cortometraje con la historia de su propio funeral. Tan amargo aun como Luces de mi ciudad y con el mismo final feliz.
Así lo fue para su esposa más duradera, Oona O´Neill, y los 11 hijos de 3 de los 4 matrimonios que contrajo Charles Chaplin.
Un accidente cerebrovascular había acabado con su vida, a los fructíferos 88 años, el 25 de febrero de 1977. Había acumulado 76 intensos años de trabajo en el mundo del espectáculo.
Un sentido, interminable y florido cortejo negro de 300 asistentes, siete de sus hijos y su esposa lo despedía dos días más tarde, en la ciudad donde residía hacía 25 años, en Suiza, disfrutando cada día, desde su inmenso jardín, de la mansedumbre del Lago Leman.
Así fue la película que Chaplin no llegó a filmar
Cuando Corsier-sur-Vevey se recuperaba de la soledad que le había dejado la pérdida de su vecino más ilustre, el sepulturero del pueblo, Etienne Buenzod, no podía creer lo que le decían sus ojos: la tumba de Charlot había sido profanada, su cajón no estaba. En menos de cinco minutos la policía rodeaba el lugar y el mundo se escandalizaba por la desaparición del tan famoso como polémico protagonista de Tiempos modernos.
Mientras tanto, Oona O´Neill recibía un llamado telefónico pidiendo un cuantioso rescate por los restos de su difunto esposo: US$ 600.000.
“No pagaré una demanda de rescate. Charlie lo habría considerado ridículo”, le dijo a la policía, que intervino el teléfono de la casa. El abogado estiraba las esporádicas conversaciones para que los investigadores pudieran rastrear el origen de las llamadas, y ante la ineficacia de su coaccionar, los malhechores bajaban el precio: de dólares a francos suizos y finalmente ”aunque sea 500.000 francos y no se hablaba más”.
El 5 de febrero de 1936 se estrenó el film de Charles Chaplin “Tiempos Modernos”
Pero la viuda no quería dar el brazo a torcer, ni siquiera cuando la amenazaron diciéndole que sus hijos también corrían peligro. “Charlie está en el cielo y está en mi corazón. Sus restos en la Tierra no son sensibles”, se consolaba.
La película que no se llegó a filmar
Y mientras tanto, el mundo conmovido sólo se hacía preguntas sin respuestas ante el silencio prolongado de los secuestradores: ¿eran los estadounidenses vengativos? ¿alguna despechada facción comunista? O –lo más probable- un grupo de neonazis cobrándose la deuda pendiente de la parodia de Aldof Hitler en El gran dictador?
El diario local Feuille d’Avis (Hoja de avisos), sospechaba que los ladrones podrían estar vendiendo los “huesos” del icono del cine mudo a los siniestros fanáticos de sus películas en Europa.
Otros se aventuraban con la tesis de que los seguidores británicos querían recuperar las reliquias del protagonista de El pibe para repatriarlo a su tierra natal.
Diez semanas más tarde, cuando ya se habían perdido las esperanzas de dar con una pista certera, la policía encontró al polaco Roman Wardas que en el primer interrogatorio confesó que el único móvil del delito había sido “la fiebre del oro”, el vulgar dinero y no una conspiración internacional. Wardas, además no quería verse solo tras las rejas y enseguida delató asu cómplice, el búlgaro Gantscho Ganev; eran mecánicos.
Explicaron que necesitaron cuerdas para sacar de la tumba el pesado féretro de roble de Chaplin, arrastrarlo hasta una camioneta y hacerlo desaparecer en un campo de maíz. El mismo Ganev los llevó al lugar y las autoridades lo encontraron. Todavía estaban las marcas delatoras de los neumáticos que dejaron las torpes maniobras para deshacerse del mortífero rehén.
Ambos delincuentes fueron condenados, pero el único que tuvo que cumplir la sentencia fue Wardas, considerado el cerebro de la profanación. El hombre había confesado que se había inspirado en un caso similar que había ocurrido en Italia, en donde la profanación de tumbas para pedir rescates extorsivos era habitual.
Wardas recibió cuatro años y medio de trabajos forzados; Ganev, una benévola prisión en suspenso de 18 meses.
Charles Chaplin en sus películas
El actor “cómico” y productor de cine británico descendía de gitanos por vía paterna, tuvo un padre alcohólico, una madre internada en neuopsiquiátricos, y una infancia que alternaba la desnutrición con los orfanatos. Sin embargo, los padres de Charles Spencer Chaplin (16 de abril de 1889), Charly, eran actores y trabajaron cuanto pudieron en compañías itinerantes de teatros.
Entonces ¿quién iba a explicarle cómo dibujar sonrisas aun en las circunastancias más adversas? Con la ayuda de su medio hermano y sobre todo con su ingenio de buscavidas, Charly fue limpiavidrios, lustrabotas y vendedor callejero cuando no conseguía papelitos en algún music-hall.
El 5 de febrero de 1936 se estrenó el film de Charles Chaplin “Tiempos Modernos”
Hasta que llegó a la compañía del productor estadounidense Charles Frohman que lo llevó de gira por Gran Bretaña, y a la compañía del británico Fred Karno, que le hizo conocer Estados Unidos, deambulando como gitanos con sus pudestas de varieté compartiendo cuarto con otro que también daría que hablar, “el Flaco” de la inolvidable serie El Gordo y el Flaco.
De ahí a que lo viera el maestro de las “quickies” y los tortazos, Mack Sennett, sólo faltaba esperar el horario en que se alinearan los planetas. Y llegó.
83 películas, la admiración de Albert Einstein, fotos con Winston Churchill, amistad con Bertold Brecht, correo con Pablo Picasso y una libertad de pensamiento que molestaba. Lo acusaban de comunista, pero se defendía diciendo que él sólo era “un traficante de la paz” y que no entendía los esfuerzos gubernamentales por combatir el comunismo infringiendo las libertades individuales, el FBI iba engrosando una gruesa carpeta sobre él, Chaplin.
Woody Allen se retira del cine con una fortuna de película
Sin embargo, sus sutiles críticas a las desigualdades sociales, la precariedad de los migrantes, la codicia y las estrecheces impactaban y lo volvían cada día más popular. En 1923 ya tenía su propia productora en Hollywood.
Cuando en 1938, recibió presiones para suspender su película El gran dictador, y se negó, su reputación en Estados Unidos empeoró. Dicen que, cuando terminó de ver su sátira sobre Adenoid Hynkel, el dictador de Tomainia, Joseph Goebbels sentenció: “Chaplin es un pequeño judío despreciable”.
Aunque El gran dictador tuvo 5 nominaciones al Oscar, no ganó ninguno y, desde luego, se prohibió su estreno en la España franquista.
Con todo, sus producciones continuaban y, cuando se negó a apoyar la intervención de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, el Comité de Actividades Antiamericanas lo puso en la mira, acusándolo de inmoral y traidor incluso, ya que era un “desagradecido” con el país que lo había recibido cuando era nadie y pobre y donde renació célebre y rico.
En 1953, finalmente se radicó en una mansión rodeada de verde en Corsier-sur-Vevey en Suiza, donde murió y donde aun están sus restos. Su esposa Oona se encargó de levantar la casa que tenían en Estados Unidos y Chaplin nunca más quiso volver. El también se había decepcionado.
En sus memorias, Ándrei Gromyko, ministro de Asuntos Exteriores de la URSS entre 1957 y 1985 contó que lo había conocido.
“¿Qué es usted ahora, americano o británico?”, cuenta el diplomático soviético que le preguntó en uno de sus encuentros en Londres. “Él respondió con una sonrisa de disgusto: ‘Supongo que no soy realmente americano’. Luego, añadió, súbitamente de nuevo: ‘Estoy harto de que me difamen, especialmente porque no sé por qué’ (…) ‘Me persiguen porque en mis películas expongo opiniones que ellos no comparten”, escribía Gromyko.
“Atacan primero mi conducta moral y luego buscan motivos legales: están intentando probar que no he pagado todos los impuestos devengados por mis ganancias en los Estados Unidos. Todo eso forma parte de una campaña organizada contra mí, y la ley americana es tan elástica, que si el gobierno está contra uno, ya puede darse por perdido, aunque sea totalmente inocente. Por eso, le he dicho adiós a los Estados Unidos’ “, concluye el relato de Gromyko.
Sin embargo, Chaplin regresó a Estados Unidos en 1972, para que Jack Lemmon le entregara la estatuilla dorada del Oscar por la Mejor Música Original de Candilejas que él compuso, además de escribir, dirigir, producir y actuar en la película. Ese mismo año, también, le entregaron un Oscar Honorífico.
En 1948 fue candidato al Premio Nobel de la Paz y en 1975 fue condecorado Caballero de la Orden del Imperio Británico.
Desde 1970 tiene una estrella de la fama en Hollywood.
Cuando las autoridades suizas recuperaron su féretro, lo devolvieron a su sepultura y la sellaron, esta vez sí, con cemento.
También te puede interesar
Fuente: Perfil